El amor es uno de los misterios humanos más profundos. Sin embargo, para Ruby Weaver, ya no tiene secretos: ha decidido olvidar al género masculino. Ha prometido no volver a enamorarse jamás… lo que pasa es que es demasiado débil… y el chico que habla con ella en le parque es tan dulce… Se llama Sam y parece que sus destinos estan cruzados. De nuevo, Ruby se deja engatusar por el sexo opuesto y empieza a salir con Sam. Todo es perfecto, salvo por las excentricidades del muchacho; excentricidades que tienen su culminación cuando Sam le comenta que es un viajero del tiempo, que vio una foto suya en el futuro y decidió venir al pasado a conocerla. Eso es lo más romántico que le ha pasado a Ruby nunca, pero también es lo más imposible. Tiene que averiguar la verdad, y esta no se dejará desvelar hasta el curioso desenlace de la trama.
Brad Anderson, director de culto desde su ‘Maquinista’, nos ofrece un relato romántico lleno de reflexiones. Sobre todo a nivel pareja. Desde el punto de vista femenino, nos sumerge en el difícil terreno del amor. A veces sarcástica (como cuando Gretchen enumera sus novios), a veces tierna (como cuando Ruby se rinde a los brazos del Varón), a veces sorprendente (la alocada idea del viaje en el tiempo), no te deja ni un momento de pasividad. A medio camino entre la locura del protagonista y su extraño cinismo, descoloca el desenlace que se puede intuir pero nunca adivinarlo. La tierna actuación de Marisa Tomei, es otro de los puntos fuertes de este melodrama fantástico. Buen cine para minorías.
Nota: 8,1
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