Esta adaptación teatral que Buñuel aborda en su exilio mexicano ya la había producido en Madrid en su juventud y pone su indiscutible sello surrealista en este breve relato de zarzuela de Arniches. Detalles como que el casino de D. Quintín se llama 'Infierno' porque representa los valores de la bajeza humana y donde nuestro protagonista es la copia exacta del mismísimo diablo o cuando D. Quintín al final de relato va hacía la cámara desafiante para invocar que todo le sale mal a pesar de que ha recuperado a su hija, en el fondo no está alegre por el bien porque el diablo lo que quiere es el mal. Una obra sencilla, básica y con un argumento fácil es capaz Buñuel de darle la vuelta y estampar su propio estilo y personalidad y así una pieza teatral se convierte en un pieza de cine surrealista. Por algo se dice en algunos mentideros que Luis Buñuel es el más grande de los directores que ha tenido el séptimo arte.
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