Relato completamente nihilista en mi primera experiencia con Bresson, no se si esta película se engloba dentro de la nouvelle vague pero tiene todos los componentes de este tipo de cine, es cine social, lento y de muchísimas rayadas filosóficas que a la gente no le suele interesar. La película en si se puede resumir en dos líneas de manera simplista, jovén con aspecto a lo Kurt Cobain pasa de todo y llega a la conclusión que el mundo es una puta mierda y deja un bonito cadáver. Pero si vas un poco más allá refleja esas tendencias nihilistas y dadaístas de principios del siglo XX donde las personas ya no sólo se dedicaban a trabajar, subsistir y ser explotadas. Se preguntan que sentido tiene hacer unas cosas u otras y esa es la visión que Bresson nos muestra en el film, rompe con todos los moldes de que no tienes que ser un pringao del proletariado ni un pasado de vueltas relleno de drogas. Hay otros caminos para la autodestrucción que son más rápidos. A destacar los decorados de un París como siempre muy glamouroso y la fotografía a cargo de Pasqualino De Santis. Hay que tener clase incluso para saber morir.
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