USA (1974) Sir Anthony Ross es un excéntrico magnate que ha perdido a su hijo en algún lugar del Ártico. El muchacho partió en busca de aventuras y jamás se volvió a saber de él. Anthony decide invertir parte de su fortuna en un extraño aparato mezcla de zeppelin y avión que le permitiría llegar al polo norte en un tiempo récord y a su vez, poder investigar que le pasó a su vástago. Solo un puñado de locos pueden seguir al millonario en esta hazaña. Locos como el capitán Brieux y el profesor Iversson, experto en arqueología escandinava. Juntos descubrirán un secreto jamás imaginado en una isla remota donde el tiempo se paró en un punto concreto. De allí deben escapar con el joven Ross luchando contra los elementos y furiosos salvajes que nunca han visto personas de occidente.
Original película de aventuras que siembra las bases de muchas de los futuros largos del género. La isla del fin del mundo mezcla viajes en medios imposibles, situaciones límite y ficciones arqueológicas inimaginables (suena bastante Indiana ¿verdad?) Si bien los efectos especiales son bastante pobres y la trama intenta abarcar demasiados aspectos, bien es cierto que esta pieza de 1974 te engancha desde el minuto 0 y te mantiene en tensión hasta el mismísimo final. Con giros trepidantes, situaciones que ponen a los protagonistas al borde de la muerte y vuelos por el ártico en un loco aparato salido de una mente “vernesiana”, este film no para de entretener y de devolvernos a la juventud más aventurera que nunca debimos abandonar.
Nota: 8.3
Para recordar: La tensión de la historia, con giros originales sin la repetición cansina del género.
Para olvidar: Los ambiciones efectos especiales, imposibles hacerlos creíbles en aquella época.
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