USA (1951)
El fiscal Martin Ferguson, tiene entre manos un jugoso “pastel”. Ha atrapado a un mafioso de medio pelo, J. Rico, que resultó ser un soplón y le va ayudar a destapar una banda de criminales sin escrúpulos. Aunque el fiscal aún no sabe la magnitud real, esta banda asesina cruelmente de manera precisa y metodológica. Por eso Rico debe llegar intacto al juicio. La noche antes, Martin tiene la gran idea de llevarlo a la Corte a dormir directamente en las instalaciones, con el fin de evitar que sufra algún accidente provocado. Aunque Rico no puede negarse, ya que esta detenido por diversos delitos, empieza a retractarse de su intención inicial y no parece que vaya a “cantar”. El fiscal le pide calma y le promete que protegerá su vida; sin embargo alguien intenta matarle desde el edificio en frente los juzgados, cosa que pone muy nervioso a Rico. El malhechor intenta escapar por la ventana y cae involuntariamente al vacío. El señor Ferguson está abatido y no le queda otra opción que buscar otro testigo que colabore en desenmascarar al jefe de los mafiosos, el terrible Albert Mendoza. Nadie quiere hablar y no hay pruebas concluyentes contra él. Solo un loco que dice que fue obligado a matar a su novia, parece tener algún vínculo con Mendoza. Siguiendo ese rocambolesco rastro, aparecen otro grupo de tarados que hablan de crímenes minuciosamente preparados como si de una empresa de fabricación en serie se tratase. Todo toma forma cuando los cadáveres empiezan a aparecer a la vez que las precisas coartadas de Mendoza se caen a pedazos como su esperanza.
Pedazo de película de cine negro, donde el gran H. Bogart borda un papel de un tipo rudo pero frustrado por la burocracia. En 1951, se rodó este duro y cruel film, que si bien no es nada explicito, cuenta una historia de criminales sádicos y despiadados, como si de una historia actual se tratara. Con un guión demoledor, repleto de matices, complejo y misterioso, el director nos va llevando al corazón de una trama inesperada donde rateros de medio pelo son “obligados” a convertirse en asesinos sin escrúpulos. Denuncia social donde el todo por la pasta vale para sacar la cabeza en unos Estados Unidos sumidos en el capitalismo mas salvaje. Una pequeña esperanza en forma de justicia inquebrantable e incansable, encarnada por el fiscal Marin Fergurson, que no se rinde a pesar de que todo se ponga en su contra y de que nadie crea en él. Maravilloso ejercicio de cine negro sin concesiones que hará las delicias de los que disfrutan con guiones contundentes.
Para Recordar: La complejidad de
la trama desde que encuentran al asesino sin cadaver.
Para Olvidar: El desenlace tan repentino. Típico en aquella época. Una pena que ese guión tan elaborado termine de manera algo abrupta.
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