En las guerras napoleónicas, el honor esta por encima de cualquier cosa. Incluso de la vida. Para muchos hombres de armas, este honor es lo único que les queda; de hecho, defenderlo se convierte en una obsesión enfermiza. Este es el caso de Feraud, un entusiasta de los duelos a muerte. La adrenalina que desprende al estar tan cerca del final, junto con la satisfacción y el orgullo de sentirse vencedor, hacen que ha diario busque una excusa con la que batirse. Esto le trae más problemas que alegrías, y en uno de sus locos desafíos hiere de muerte al familiar de un general muy importante, por lo que es requerido en la prisión del campamento. El encargado de la detención es un joven militar (D’Hubert) cuyo único error fue conocer de vista al conflictivo Feraud. Cuando le transmite la orden de detención, D’Hubert se encuentra con un soldado borracho y encabronado; en su delirio le reta a un duelo de espada en el jardín de su casa. Naturalmente, resulta herido y humillado doblemente: perdió el duelo y termina con lo huesos en el talego. Este es el eje de toda la historia posterior. Los dos militares tienen una trayectoria meteórica, casi paralela. A lo largo del tiempo, Feraud quiere terminar el duelo que dejó a medias en el pasado; mucha sangre y mucho honor quedarán en el camino…
Sorprendente película del genial R. Scott, muy alejada de las superproducciones que nos tiene acostumbrados. Esta vez estamos ante un curioso drama histórico, que nos acerca a la realidad de la época Napoleónica. Impecable ambientación, donde los exteriores, la fotografía y el vestuario son sublimes. Al igual que la interpretación del dueto protagonista. Una historia simple, si, pero que engancha y seduce al espectador más “intrépido”. Me quedo con la frase final de ‘uno’ de los 2 duelistas:
“Te declaro muerto; estoy en mi derecho de no darte muerte física. A si pues, actúa como un hombre muerto”
Nota: 8,3
http://www.imdb.com/title/tt0075968/
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