Tiempo Despues

Spain (2018)

En el año 9177, milenio arriba milenio abajo, el mundo se ha simplificado mucho. De hecho lo único que queda habitado es una pequeña parte de la península ibérica donde hay 2 áreas: un edificio de pisos donde vive el rey y la clase trabajadora y un poblado a las afueras donde están los parados. Este equilibrio bastante injusto pretende ser roto por el bueno de José María y su maquina de hacer limonada. No corto ni perezoso se desplaza hasta la recepción del edificio donde Eufemiano le invita a desistir de sus intenciones ya que van en contra de su naturaleza de desempleado. A pesar de la labia y el gran razonamiento del conserje, Josemari pretende cambiar el sistema y se niega a irse sin ver al Rey (de bastos) un palurdo inglés que no hace nada por el pueblo. Ante una amenaza de revolución, las autoridades intentan aplacar el problema cargando al parado un crimen que no ha cometido: la muerte del barbero poeta a manos de Justo, un competidor resentido. Este lamentable suceso no deja otra solución que la guerra, que como allí es voluntaria, es secundada por tan solo 10 personas. Ante tal desventaja, los sin trabajo conquistan el edificio con tan solo una baja a cargo del párroco loco. Pero al final todo sigue igual y los nuevos empleados se convierten en otras marionetas del sistema capitalista. Y así será por años hasta que todo el edificio desaparezca dando lugar a 2 nuevos estados: España y Albacete capital.

Estamos ante un regalo de José Luis Cuerda para todos los que idolatramos “Amanece que no es poco”. Con el pesado reto de ser comparada con esta obra maestra, “Tiempo Después” no es solo una especie de secuela de la trilogía. De hecho es que no tiene nada que ver desde el punto de vista argumental, sino más bien se le ha relacionado debido a su peculiar guión y surrealismo, aspectos en los que si que esta muy alineada con las anteriores piezas. Diálogos audaces, cultos, precisos en situaciones de lo más rocambolescas. Con cameos antológicos como el de Gabino Diego haciendo de inglés o Miguel Rellán volviendo a colaborar con el director manchego. La densidad y la complejidad de los diálogos hacen que la historia se sumerja en un laberinto en el que parece no salir y que llega a aburrir, aunque al final retoma el vuelo y sin culminar de manera gloriosa, el resultado final deja con muy buen sabor de boca al espectador más inquieto (sobre todo si es ‘amanecista’).

Nota: 8.8

Para recordar: El homenaje a Blade Runner pero con “gotas de orín bajo la lluvia”. ¡Qué risión!

Para olvidar: La autocomplacencia en el desarrollo que hace la película un tanto pesada en algunos momentos.


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