Los cayos de Florida son un lugar muy frecuentado por los turistas. Sobre todo, por los pescadores. Sin embargo, a principios de verano el calor es tan sofocante que apenas habita en ellos un puñado de oriundos del lugar. Este es el caso de un viejo hotel ubicado en Key Largo. Un hotel prácticamente vacío. Tan solo cinco amigos y una damisela, comparten hospedaje con los dueños del local: un viejo paralítico y una mujer. Todo está tranquilo, hasta que aparece un exsoldado de mediana edad, que combatió con el hijo del anciano regente de la posada. Su visita, provocará un aluvión de sentimientos enfrentados, que convivirán con el repentino cambio de papeles de los huéspedes; huéspedes que no son tan pacíficos como parecían; huéspedes con un oscuro pasado, que pondrá a prueba el valor del soldado venido a menos; una prueba que terminará en un trágico final…
Calificada como obra maestra del séptimo arte, Cayo Largo, supone una deliciosa lección de guión e interpretación. El trío compuesto por Bogart, Bacall y, principalmente, el inigualable Edward G. Robinson, consigue sumergirnos en esta historia de personajes que huyen de su pasado. Por un lado el mafioso (Robinson) que perdió su cetro cuando estaba en la cárcel y que vuelve a tener su momento de gloria en un confín olvidado por todos; por otro, el soldado (Bogart) que solo quiere dejar a un lado la guerra y vivir en un mundo al que le ha perdido la fe. Intenso cúmulo de reflexiones, con un trasfondo de cine negro, demasiado lento en determinados momentos y que colmará las expectativas de quienes gusten de historias sustanciales.
Nota: 7,8
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