La historia se desarrolla en el área más rural de Mongolia, donde el ejercito chino ha extendido su poder. Aunque su ocupación digamos que es 'pacifica', las normas impuestas son tajantes y para nada tienen en cuenta la cultura y el ecosistema local. Como testigos en primera persona de esta dictadura cultural, desde la gran ciudad, Chen y Yang se desplazan para pasar una estancia obligatoria en una aldea mongola. Pronto se verán atraídos por la manera de vivir de aquella sabia gente. Como viven, como cazan, como respetan el medio ambiente, como comparten con los suyos... Desde luego una manera de ver el mundo diametralmente opuesta a lo que el gobierno chino impone. Nuevos colonos deben poblar aquella zona y los lobos son un problema que hay que erradicar de raíz. Estos animales son masacrados sin piedad, matando crías y lobos adultos hasta conseguir diezmar la población. Afortunadamente Chen ha adoptado un ejemplar cuyo destino no será otro que el de sobrevivir a toda costa...
Dejando por un tiempo los documentales de los que estamos abusando en este año, hoy desde China, el francés Jean-Jacques Annaud nos vuelve a sumergir en el mundo de la naturaleza, esta vez para retratar un drama más convencional que su aclamada 'El Oso'. Con una fotografía impactante y unos planos de la manada de lobos memorables, el director construye una historia muy simple para narrar una etapa oscura de la ocupación china. A ratos intensa, a ratos predecible, esta pieza no logra en ningún momento culminar ningún género y se se queda a medias entre la epopeya, el drama histórico y la temática ecologista. Para guardar en la mente la situación del orgulloso pueblo mongol que fue sometido lentamente por el dictatorial sistema comunista chino. De trasfondo, la masacre animal que llevaron a cabo estos canallas orientales que sin ningún tapujo, redujeron a mínimos la población de lobos. El film nos deja un poco vacíos aunque afortunamdamente, se salva en cierta medida con su pequeño mensaje de esperanza en el epilogo de la obra.
Nota: 6.9
Para recordar: Los planos de la estepa mongola, que, unidos a una música deliciosa, nos hacen evadirnos de la cruda historia narrada.
Para olvidar: El exceso de ambición del director, que deja el film como una obra de autor comercial.
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