USA (2023)
Donya trabaja en un oficio muy particular: introduce mensajes en galletas de la fortuna. Lógicamente este negocio es regentado por Chinos americanos, ya que ella vive en USA. Pero no es natural de allí, sino que es una inmigrante afgana forzada. Trabajó como traductora en la guerra para el ejercito y este es el premio que tiene: un visado para trabajar en los estratos más bajos de la pirámide yanki. Y ella puede sentirse afortunada, ya que muchos de sus colegas fueron asesinados o abandonados en Afganistán. La chica lo lleva como puede y tampoco piensa mucho en la situación, más ahora cuando la han “ascendido” al área de creación de mensajes de la fortuna. Puede poner lo que quiera siempre que sean frases de filosofía barata. En un ataque de locura, se le ocurre escribir su número de teléfono pidiendo una cita. Una especie de carta en una botella lanzada al mar. La mala suerte quiere que esa galleta justamente llegue a manos de su jefa, quien le gasta una cruel broma haciéndose pasar por un pretendiente. Pero el destino es caprichoso y en el viaje en busca del falso amor conocerá a otra alma perdida que necesita juntarse con un ser olvidado.
Estamos ante una obra super particular que puede hacerse pesada al espectador que busque emociones fuertes. A mi la verdad es que me encantó por su sencillez y su tremenda originalidad. Con un trasfondo social bastante duro (las personas movidas a la fuerza por el ejercito americano), la trama se mueve hacía un melodrama casi de misterio cuyo desenlace estará en línea con la humildad de la idea global. Buenos diálogos, estilo documental, y gran actuación de la protagonista y el sicólogo. El resto correcto, pieza en blanco y negro con poca música (aunque intensa).
Nota: 8.3
Para Recordar: La muerte de la vieja empleada china, creadora de los textos de las galletas.
Para Olvidar: Un poco estática la puesta en escena.
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