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miércoles, septiembre 16, 2009

El Gran Torino

El ideal americano del ciudadano medio, no es otro que tener una casita con jardín, un montón de nietos cristianos jugueteando en él y unos hijos maravillosos bien posicionados. Eso es lo que Walt Kowalski ha mamado desde pequeño en su querido país. Un país por el que luchó y por el que trabajó durante toda su vida. Los extranjeros no son bienvenidos, sobre todo si son amarillos, negros o latinos. Pero este "feliz" ideal que parecía un hecho categórico empieza a cambiar cuando Walt se queda viudo. Es entonces cuando se da cuenta que sus hijos son unos esnobs que solo le quieren por el interés, que sus nietos ni siquiera le quieren, que el cura del barrio es un crío sin valor moral y que sus vecinos "amarillos" son una gente de los más agradable. Con todos sus valores cotidianos por los suelos, lo único que le queda, es el coche estandarte de la compañía en la que trabajó durante sus años laborales: El Gran Torino de Ford. Todo un emblema de la opulencia americana. Este automóvil se había convertido en su único dios; su única realidad. Una realidad que nunca había analizado de cerca. La guerra le dejó marcado y le colocó una "máscara de hierro" de la que no estaba nada orgulloso. Pero aún hay tiempo de rectificar. Este es el momento, no importa la edad ni las creencias; todo se puede cambiar. Incluso un racista villano como Walt, puede llegar a ser un héroe con clase.

Si, como dijo el propio Eastwood (Walt Kowalski), este es su último film como actor, se ha despedido por todo lo alto. El Gran Torino es una película de esas tan sencillas que te sorprendes de como te puede marcar tanto. Una obra maestra, sin alardes y sin pretensiones, intimista y personal, en la que Clint Esatwood quería demostrar como se puede ser un héroe sin matar a nadie... y sin ni siquiera ser una buena persona. En tono de drama costumbrista, la película es una crítica a la acomodada sociedad americana, donde lo ídolos de antaño, son en realidad pobres juguetes del capitalismo más feroz. Los valores que se defienden en esta historia, son demasiado elevados, demasiado sutiles; valores cotidianos que tenemos que defender en nuestra realidad diaria. Si me tuviera que quedar con algún personaje, elegiría al del sacerdote. Machacado desde el principio por la "fama" que se han ganado a pulso sus camaradas desde tiempos inmemoriales, el cura protagonizado por Christopher Carley, va ganándose la confianza de Walt y a su vez, va metiéndose al público en el bolsillo desde un discreto segundo plano. Un guiño a la iglesia; la misma iglesia que recibe una sangrante crítica al inicio del largometraje. Un puesto 83 en IMDB más que merecido.

Nota: 9,2


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