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miércoles, marzo 10, 2010

La séptima cruz

Alemania. Un jóven Adolf Hitler ha llegado al poder. El pueblo germano comprueba como su humillante vida comienza de nuevo a tener sentido; los sueldos suben, el trabajo en fábricas militares abunda y todo el mundo comienza a sentirse orgulloso de su nación de nuevo. Poco importa que sea un tirano el que desencadena todo esto. Comer y poder alimentar a la familia es lo primero. Pero algunos disidentes, se han dado cuenta que esta bonanza no es lícita. Ponen el grito en alto y son detenidos como delincuentes. Los primeros campos de concentración son ocupados por alemanes. Siete hombres con valor, prisioneros todos, escapan una noche buscando el exilio. Pero poco dura su epopeya; como escarmiento el gobernador del campo, decide colgarlos a cada uno de ellos en una cruz. Poco a poco se van llenando, hasta que llega el turno de George Heisler. Un luchador nato que no se rinde ante la adversidad. Sin embargo George ha perdido la fe en el género humano y no puede confiar en nadie. Algo dificl cuando uno se encuentra en tan peliaguda situación. El prófugo conocerá personas de diferente índole a lo largo de su camino ¿conseguirá el disidente huir de la perturbada Alemania o será traicionado por alguno de sus compatriotas hambrientos y egoistas?

Fred Zinnemann (De aquí a la eternidad, Chacal) nos propone una profunda película de autor, dónde nos relata la díficl vida de la poco conocida Alemania pre Segunda Guerra Mundial. A lo largo de toda la cinta, se nos intentan presentar diferentes valores humanos, mezclados con virtudes como el valor o la constancia. A partir de una historia de desesperanza, el diector, va construyendo una trama en la que introduce reflexiones mucho más profundas que el clásico bien/mal que tanto gustaba al Hollywood de los años 40. Obviamente, para pasar por el aro de la máquina cineasta yanki, magistralmente, Zinnemann, aparenta perseguir este fin con iconos como el ángel que habla desde el cielo para revelar la bondad en los hombres; sin embargo, la historia subyacente, desnuda personajes mundanos que no temen al peso de la ley ni de la deseperanza. Personajes acostumbrados a sufrir, pero que aún no se han puesto precio. Ni el odio, ni la ambición, ni el dolor puede derrumbar un espíritu fuerte. A destacar la interpretación de un actor que a mi no me convencía mucho, Spencer Tracy; su frialdad y su mirada completamente vacia hacen que George Heisler sea un personaje que recordaré siempre como uno de los mitos de este nuestro arte predilecto.


Para Recordar: La escena de (des)amor final, dónde los protagonistas, lejos de compadecerse, lanzan una reflexión sobre lo importante que es estar junto a alguien que quieres; cosa que desgraciadamente la gente que no ha vivido la guerra, ha olvidado actualmente.
Para Olvidar: El agelote que introduce la historia. No se entiende a no ser que Zinnemann quisiera recubrir su dura epoyeya para venderla como una pildora con sabor a "¡Que bello es vivir!"


Nota: 8,5


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